Desde mi experiencia
Antes de ser mamá de un bebé humano tuve claro que quería ser mamá de animales. Es algo que he querido desde muy pequeña y siempre de una manera u otra he convivido con ellos, desde los más pequeñitos hasta perros y gatos, como actualmente.
En casa convivimos con dos gatos adoptados hace aproximadamente 3 años. Mi marido y yo siempre hemos sido muy atentos y mimosos con ellos, y ellos con nosotros y cuando me quedé embarazada, uno de ellos comenzó a ser todavía más cariñoso conmigo. Se me subía en la tripa y me amasaba constantemente.
A pesar de lo que mucha gente nos decía sobre los riesgos de los gatos durante el embarazo (podéis leer más de ello en este artículo sobre toxoplasmosis) y más adelante lo peligrosos que pueden ser con bebés y niños pequeños, nosotros siempre tuvimos claro que los gatos se quedaban en casa como miembros de la familia que son. Pero esto no quita que por entonces sintiéramos cierta inquietud con la convivencia y el asunto bebé y gatos en casa.
Los preparativos
Por entonces comenzamos a leer sobre el tema pues queríamos preparar todo lo mejor posible, siendo lo más respetuosos con los gatos, y cuando nos marchamos al hospital para dar a luz a nuestro bebé, dejamos a mi madre encargada de visitarlos un par de veces para todo lo relativo a ellos (agua, comida, arenero y mimos con chuches).
En cuanto el peque nació, mi marido se ocupó de realizar los preparativos. Trataba de acercarse a casa al menos una vez al día (estuvimos cuatro ingresados) con ropita y algún pañal usados por el bebé recién nacido, y dejaba que ellos los olieran, de hecho McNulty se restregaba muchísimo en los bodies. Así hasta que volvimos a casa todos juntos.
Las presentaciones
A pesar de nuestros esfuerzos, no pudimos evitar que al principio los gatos estuvieran un tanto nerviosos, sobre todo cuando el bebé lloraba (sobra decir que era muy a menudo), pero poco a poco la situación fue normalizándose un poco más.
Desde el inicio dejamos que los gatos se acercaran todo lo que quisieran al bebé, sin forzarlos, dejando que lo olfatearan y se tumbaran cerca, aunque vigilando que no se le subieran encima, claro está.
La convivencia
Hay gatos más curiosos, más sensibles, más pasotas o más atrevidos, o un poco de todo, y la clave está en respetar a ese animal que está pasando por una experiencia que le puede suponer estrés, o que como mínimo se trata de una ruptura de lo que es su rutina doméstica diaria.
Hace falta tener paciencia y amor y recordar que de la noche a la mañana un animal que está acostumbrado a nuestra atención y a nuestros mimos pasa a un segundo plano y también es extraño para él, hay que estar pendientes y tratar de hacerle más fácil la transición a la nueva vida familiar. A nosotros nos sucedió un día que nos íbamos de viaje de fin de semana a la playa y de repente nos dimos cuenta en ese instante de que no habíamos avisado a la chica que nos los suele cuidar. Se nos olvidó por completo.
Mucho cuidado porque a veces los bebés son un poco bruscos en sus movimientos y pueden hacer daño al animal o provocar que estos se traten de defender o huyan. Así que lo importante es conocer cómo es nuestro gato para evitar en la medida de lo posible accidentes.
Y por último sentido común. Si notamos que nuestro gato sigue teniendo un comportamiento extraño, muestra señales de estrés, ansiedad, miedo o conductas disruptivas, mi consejo es echar mano de un etólogo o veterinario experto en la conducta de los gatos .
No os negaré que en algunos momentos dan mucho trabajo, justo cuando sientes que menos lo tienes, pero compensa con creces y es un placer ver y sentir crecer a nuestro hijo tan estrechamente con ellos.
En definitiva, tener gatos y bebés en casa para nosotros es maravilloso.