Seguro que si os hablo de «alimentos infantiles» os vienen un montón de productos a la cabeza. Así en un momento se me ocurren todos los que empiezan por «Mi primer…», galletas de dinosaurios, coloridos cereales con simpáticos personajes, leches de crecimiento de sabores y sin sabores, papillas de las marcas más pintorescas… y cientos de otros productos que las grandes compañías han creado para «facilitarnos» la vida a las familias.
Y, con un marketing de lo más agresivo, se colaron durante años en las casas para alimentar a los dulces retoños de mamás y papás que estaban convencidos de que ofrecían a sus hijos LO MEJOR, que para eso estaba pensado específicamente para bebés.
Sin embargo, a día de hoy, con unas tasas de obesidad infantil que dan miedo parece que los pediatras y las familias estamos más concienciadas sobre qué alimentos deberíamos dar a los bebés y qué alimentos no, hemos aprendido a leer etiquetas y a relacionar todos los nombres que le dan a las diversas presentaciones del azúcar (fructosa, sacarosa, glucosa, jarabes varios, almidón…) y, claro, imagino que las ganancias de esas empresas fueron disminuyendo.
Pero no olvidemos el feroz marketing al que someten a sus productos estas empresas, y aquí es donde entra la AEP, que para tantas cosas me encanta y para otras me defrauda tremendamente.
Si os fijáis en la imagen veréis una caja de cereales especialmente pensados para niños de una famosa marca, repletitos de azúcares ¡y miel! y, arriba a la derecha el sello AEP. Y entonces las familias ¿qué piensan? Pues que estos fantásticos cereales recomendados por la AEP (que para eso les han puesto su sello) son, una vez más, LO MEJOR para sus criaturitas. Y se los zampan en el bibe y en las papillas desde los 4 meses a los bebés, aumentando el riesgo de que engorden (nunca mejor dicho) las listas de niños y niñas que sufren obesidad infantil en nuestro país y en el mundo.
Pero, si miramos bien la imagen:
Podemos ver claramente que es la famosa marca la que «colabora» (eso lo ponen chiquitito, para que no lo veamos a simple vista. ¿En qué se traduce esa colaboración? Pues en dinero, como todo en esta vida. La marca paga a la AEP para poder poner su sello. Las familias ven el sello (que no la colaboración, ya se encargan ellos). Las familias compran el producto. La empresa sigue ganando dinero a espuertas con los productos nada recomendables (y caros) que fabrican para bebés e infantes. Como estrategia de marketing no digáis que no es brillante.
Yo, que soy un alma cándida, quiero pensar que la AEP consiente eso porque los más de dos millones de euros que ganó en cinco años con estas prácticas los invierte en formación, investigación y divulgación. Y que estando la información ahí, para todos, pues que las familias pueden informarse y no comprar el producto por mucho sello que lleven. Sacad vuestras propias conclusiones.