Estamos adentrándonos en el otoño, hoy hace un día completamente otoñal aquí en Madrid: lluvioso, las hojas ya caen sin cesar, llevadas por el viento, los jardines se cubren de colores y el árbol que encontramos a nuestro paso cada mañana, prácticamente está pelado. Lo hemos visto transformarse. De verde a fuego, amarillo intenso ,rosa y ya marrón, el vestido cae y adorna el asfalto.
Este es de mis árboles favoritos. Hay un momento, al inicio de octubre que su color ilumina la calle, es alucinante, como un fuego encendido. Entonces, invito a mi hija a que lo observe cada día y vaya, como yo, sorprendiéndose con el cambio pausado, paulatino, de sus hojas. Es un espectáculo. El árbol, como nosotros, es cuidado por la vida, veo como es despojado con mucho mimo de su traje. Una y otra vez. Un otoño y otro también. ¿Te sientes tú, cuidado, cuidada por la vida?¿Cuidas tú de la vida?
Cada mañana nos paramos a su lado y mi hija dice: hola árbol y señala algún detalle nuevo que ve en él. Hoy hemos visto que ya apenas tiene hojas y en una de ellas que había caído, encontramos un caracol. La vida sigue su curso.
El otoño me parece un tiempo precioso para cultivar la atención, la madre tierra nos colma de sorpresas, colores y una luz muy especial, llena de calidez, cuando el sol sale. Podemos dejarnos cuidar por esa luz que nos envuelve e invitar a nuestros hijos a que pongan en ella la atención. En el camino que forma del cielo a la tierra, los rayos de sol, que se cuelan entre los árboles y apuntan al suelo cubierto de crujientes hojas. Coger puñados de hojas y pisarlas, con atención, acariciar la hierba cuando ha llovido, escuchar los pájaros y mirar al cielo para verlos volar en bandada. Todo ello posando nuestros ojos tranquilos, pausados, contagiados del asombro de la infancia. Párate un momento en una mañana de sol, mira al cielo, ¿sientes que tu corazón se expande un poquito? Cuando la mente parlanchina nos envuelve y atrapa podemos elegir mirar al cielo, descansar la mirada y poner a la mente a trabajar en colaboración con nuestro corazón. A nuestro favor, aliada. No es ella la que dirige nuestra vida, miramos a cada pensamiento como si fuera una hoja más que cae y cae y cae. Ahora, en esta disposición, invitamos a nuestra hija a pararse delante de una flor, mira sus colores, textura, forma, el lugar en el que crece, ¿qué nos dice?
Las piñas, bellotas y castañas, otros de los frutos, compañeros de la estación. ¿Has mirado con detenimiento una castaña?¿Las líneas que se dibujan en su piel? Maravilla.
Madre tierra nos pone delante la maravilla, ella es la maravilla donde nos movemos y somos y podemos descansar e invitar a nuestros hijos y nuestras hijas a ser en ella, lo que son.
El árbol se quedará seco, la explosión de luz y colores da paso al hueso, a lo esencial, al vacío, al necesario frío invierno. Otoño de transición entre el calor y el frío. Hay una invitación a transitarlo con dulzura, acompasados por el baile de las hojas mecidas por el viento. Todo señala a lo divino, apunta hacia algo que es más grande que nosotros mismos. El caracol, la hormiga con sus despensas llenas, la piña y la lluvia. Podemos mirar con atención y disfrutar del espectáculo o podemos quedarnos en tierra de nadie, sin casi darnos cuenta de lo que sucede afuera y menos aún dentro. Perdiéndonos el tesoro que nos trae el otoño y las oportunidades para conectar cielo y tierra de la mano de nuestros tesoros, hijos.
En estos tiempos que vivimos, con tanto ruido afuera, cultivar la belleza y la atención me parece fundamental, y hacerlo bonito. Y ponérnoslo fácil. Encontrar un lugar dentro de nosotras para ir poco a poco generando silencio, calma y bienestar.
¿Cómo cultivas tu atención en el día a día?
Si te interesa cultivar la atención y la belleza, te invitamos a que estés atenta a nuestra web, pronto pondremos a tu disposición recursos para hacerlo juntas, desde casa, con los recursos propios del hogar. Entre pucheros 😉
Preciosa reflexión. Es como hacer un alto en el camino después de caminar una intensa jornada y encontrar una sombra y una fuente de agua fresca donde calmar la sed.
Que bonito texto Natalia. La verdad que sí aprendiesemos a ver la vida y las pequeñas cosas como lo hace un niño y nos reeducasemos… Aprovecharíamos y viviríamos más y mejor. Un abrazo! Gracias por vuestro trabajo